lunes, 4 de febrero de 2008

De la miseria

A Ryszard Kapuściński le he conocido hace muy poco pero estoy segura de que se convertirá en un gran compañero de viaje, al que tarde o temprano le rendiré el merecido tributo en este blog (ahora sería frívolo).

Uno de sus libros, "El emperador" (1978) , contiene el siguiente texto, sin desperdicio :



"...¿Y por parte del Emperador? Su plan es sumamente sutil, pero no nos precipitemos, que en breve conoceremos su idea. ¿Y los demás? Los demás partícipes en este juego fascinante y dramático, que se encontraron metidos en él por el curso de los acontecimientos, comprenden muy poco de lo que está ocurriendo. Dignatarios y favoritos recorren los pasillos de palacio inermes y asustados. No perdamos de vista que palacio era un nido de mediocres, de gente de segunda, y que éstos, en momentos de crisis, siempre son los primeros en perder la cabeza y lo único que les importa es salvar el pellejo. En momentos así la mediocridad se convierte en algo muy peligroso pues, al sentirse amenazada, se vuelve implacable. Se trata, precisamente, de los de las rejas, que no dan para mucho más que para hacer estallar el látigo y derramar sangre. El miedo y el odio los ciegan; la vileza, el feroz egoísmo, el miedo a perder los privilegios o a ser condenados, los empujan a actuar. Intentar mantener un diálogo con esta gente es inútil, imposible y carece de todo sentido.

El segundo grupo lo constituyen los de la mesa, hombres de buena voluntad pero a la defensiva, vacilantes por naturaleza, prestos a ceder e incapaces de salirse de los rígidos esquemas de la ideología palaciega. Estos son los más golpeados; golpeados por todos los contendientes, apartados y destruidos, pues intentan moverse en una situación que aparece como definitivamente rota entre dos adversarios ireconciliables, los de las rejas y los rebeldes, que no desean sus servicios, que los tratan como a una raza endeble y superflua, como un obstáculo, por la sencilla razón de que las posturas extremistas no tienden hacia la conciliación sino al enfrentamiento. Así que los de la mesa tampoco comprenden nada ni significan nada; a ellos también los ha apartado y sobrepasado la historia.

No puede decirse otro tanto de los del corcho; éstos irán donde les lleve la corriente, es un banco de peces chicos traído y llevado en todos los sentidos, que lucha, que hace lo posible para sobrevivir como sea.

Tal es la fauna de palacio a la que se opone un grupo de jóvenes oficiales, hombres brillantes e inteligentes, patriotas que se sienten defraudados pero que tienen ambiciones; conscientes del terrible estado en que se ve sumida su patria, conscientes asimismo de la estupidez e impotencia de la élite, de la corrupción y depravación, de la miseria y de la deshonrosa dependencia de la nación ante países más fuertes. Ellos mismos, al ser parte del ejército imperial, pertenecen a las capas inferiores de aquella élite, así que también ellos se han beneficiado de algunos privilegios, lo cual prueba que no les lleva a empuñar las armas la miseria, que no experimentan en su propia carne, sino un sentimiento de responsabilidad y vergüenza ajena ante la inmoralidad circundante. Tienen armas y deciden usarlas lo mejor que pueden. El complot se fragua en el Estado Mayor de la Cuarta División, cuyos cuarteles están situados en las afueras de Addis Abeba, no muy lejos del palacio del Emperador.

El grupo conjurado actúa durante mucho tiempo en la más estricta clandestinidad; una alusión cualquiera o un involuntario comentario delator, por más insignificante que fuera, habría podido tener graves consecuencias: represión y ejecuciones.

Poco a poco la conspiración penetra en otras guarniciones y, más tarde, entre las filas de la policía. La tragedia del hambre que viven las provincias del norte acelera la confrontación entre ejército y palacio. Por lo general, se dice que las sequías que se producen de cuando en cuando y provocan las malas cosechas son causa de las muertes masivas. Es el juicio que propagan las élites de los países que padecen hambre. Pero es un juicio falso. La fuente del hambre radica generalmente en la distribución injusta o errónea de la riqueza..."

1 comentario:

neocoach dijo...

Estoy muy contento de haber conocido tu blog, y sobre todo esta entrada, que he pegado en mi blog, porque me ha hecho mucho sentido.
SALUDOS Y EXITOS CON TU NUEVO BLOG