domingo, 30 de marzo de 2008

Abierto sin defunción

Pasé la semana santa a bordo de un crucero por las islas griegas y la costa turca. Zarpaba de Atenas, una ciudad víctima de su esplendoroso pasado. Da la sensación de que crearon todo aquello que la sensibilidad y la inteligencia humana es capaz de imaginar y que después, se echaron a descansar durante 2000 años.

El recorrido visitaba lugares como Patmos (nada que decir, el barco pasó de largo) y Rodas, un contraste aleccionador entre la ciudad vieja, una magnífica fortaleza medieval, y los nuevos barrios, entregados al más vulgar repertorio de comercios de grandes firmas de moda y ambientes que te recordaban lo iguales que somos ya todos.

En Bodrum (antigua Halicarnaso) ya en la costa turca, el espíritu de Heródoto se ha esfumado entre tanta tienda de souvenirs al más puro estilo marbellí; salvaron el día un café frente al mar y una partida de cartas con unos marineros con los que intercambiamos risas y anís. Por otro lado, una excepcional “compañera de viaje”, hizo que ningún momento tuviera desperdicio.

A partir de ese momento terminó el viaje de recreo y empezó otro viaje, este último, a través del comportamiento humano y de las dinámicas de asociación y  colectivización de reclamaciones y protestas  (cancelaban de nuevo la última parada, en Kusadasi) ante una  compañía de viajes que desconoce, o ignora, los más elementales índices de calidad, de trato y de comunicación.

Las personas, los clientes, reaccionamos con estupor ante alteraciones de nuestras expectativas. Pero a bordo de aquel barco, aprendí (recordé) que la falta de información y la actitud evasiva o arrogante del proveedor de los servicios, puede desencadenar en los usuarios índices de frustración, beligerancia, incluso agresividad tan potentes como evitables.

Si además, tenemos herramientas que nos permiten colectivizar, compartir y canalizar ese descontento, nos encontramos seguramente ante el fin de la impunidad de los abusos comerciales por parte de compañías que basan su falta de calidad y servicio en el desamparo de la individualidad de un cliente maltratado.

Las redes sociales se organizaron, reclamaron, firmaron, se recogieron pruebas para futuras reclamaciones y se creó una página web  para colectivizar las acciones legales.

Al aterrizar en diversas ciudades españolas desde Estambul (final del infortunado trayecto), los medios de comunicación tomaban nota de la experiencia, y ya en casa, una se pregunta si algunas empresas son conscientes de que “el mundo está cambiando” y de que la excelencia y la mediocridad de sus actos y servicios son hoy tan transparentes como el agua a la vista y juicio de una sociedad globalizada y conectada.

Un viaje es algo más de lo que ocurre por fuera y he de decir que por dentro, a pesar de todo, han pasado cosas bellas y enriquecedoras.

domingo, 16 de marzo de 2008

Cerrado por Transfusión

Me voy unos días a poner a tono los sentidos. Intentaré dejar de pensar, o pensar en cosas diferentes a las habituales, buscaré reconciliarme con mi cuerpo, recuperar la conversación con la naturaleza (el mar en este caso), dejar de controlar y dejarme llevar por el paso de las horas y las apetencias del espíritu, aprender de otras culturas, conocer a personas que probablemente no volveré a ver jamás (situación que permite lazos tan honestos e intensos como fugazes)... y leer  y  pensar y sentir. 

Parece una huída (me decía una amigo), pero no lo és, me voy conmigo, y conmigo volveré. Es sólo una puesta a punto, es desenchufar algunos cables, desactivar algunas conexiones, es reciclar energía, algo así como una necesaria transfusión de alma.

Hasta pronto y que disfrutéis hagáis lo que hagáis.

jueves, 13 de marzo de 2008

Hacer que las cosas pasen

Hace unos días, el ponente que desarrolló magistralmente una sesión sobre "liderazgo en tiempos líquidos", me acercó amablemente a mi casa en su coche (el mío era uno de esos "cacharritos" de empresa que entregas al salir del entorno "protegido". Dramatizo, en realidad devolví el coche de empresa hace meses. porque no me aportaba valor añadido).

Nos dio tiempo a charlar un poco sobre proyectos pasados y futuros, a reflexionar sobre cómo está el mundo, a conocernos un poquito y a intercambiar píldoras de conocimiento (yo salí ganando).

Al preguntarle "Pero tú, exactamente, qué haces?", él me respondió : "Hago que las cosas pasen". Bromeamos sobre la descripción, tan presuntuosa como abstracta, pero en realidad, me parece una de las definiciones más acertadas (ahora que andamos cuestionando definiciones ;-) de un Consultor.

Conseguir que las cosas pasen, requiere toneladas de energía positiva y de inteligencia y una buena dosis de temeridad (idealismo?). Requiere no tener atincuerpos inhibidores de la capacidad de soñar(como lo explican muy bien Mikel i Marcet). Primero hay que saber qué cosas tienen que pasar, en la organización que está confiando en nosotros, en su entorno, en su genética social, en el alma de sus personas. Luego, depende de lo que se trate, buscaremos a los especialistas en cada ámbito (directores de proyecto, gurus dela comunicación, gestores del cambio, ingenieros de procesos, tecnólogos, docentes...) y montaremos la red, formaremos la banda, y nos aseguraremos, de que las cosas pasen, de que las proyecciones se conviertan en acciones, de que los sueños se transformen en realiades, de que el mundo que nos encontramos sea diferente al que dejaremos al irnos (preferiblemente mejor!)

Muchas veces, uno no sabe muy bien qué ha hecho, su condiciónde generalista hace que no haya nada tangible, ni siquiera acotado aunque efímero, al que atribuirle el sentimiento de propiedad y de logro, pero está claro que hay personas sin las cuales, las cosas, sencillamente, no pasan. Virgili, estoy segura, es una de ellas.

Gracias por el trayecto!.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Tiempos Líquidos

Zygmunt Bauman, ha acuñado uno de los más acertados slogan a los que nos aferramos, como mantras sosegadores, en un intento colectivo de conceptualizar el desconcierto, en momentos de transformación socio-cultural como en el que estamos inmersos.

Según Barman estamos transitando desde una sociedad sólida –estable, repetitiva- a un “tiempo líquido” –flexible, voluble- y describe las causas que nos han llevado al escenario social, económico, político y cultural en el que estamos (si es que “estamos” en algún sitio). En su libro "Tiempos Líquidos. Vivir en una época de incertidumbre", apunta y desarrolla cinco causas:

CAUSA 1. Las formas sociales ya no pueden mantener su forma por más tiempo, porque se descomponen y se derriten antes de que se cuente con el tiempo necesario para asumirlas.

CAUSA 2.  La separación entre Poder y Política. Gran parte del poder requerido para actuar con eficacia, del que disponía el estado moderno, ahora se está desplazando al políticamente incontrolable espacio global….la carencia de poder resta progresivamente importancia a las instituciones políticas existentes, cada vez menos capaces de responder a los problemas cotidianos de los ciudadanos, motivo por el cual estos, a su vez, prestan menos atención a dichas instituciones.

CAUSA 3.  La gradual supresión de los seguros públicos, garantizados por el estado, que cubrían el fracaso y la mala fortuna individual. … La exposición de los individuos a los caprichos del mercado laboral y de bienes, suscita y promueve la división y no la unidad; premia las actitudes competitivas al tiempo que degrada la colaboración y el trabajo en equipo al rango de estratagemas temporales que deben abandonarse una vez que se hayan agotado sus beneficios. La “sociedad” se ve y se trata como una “red”, en vez de cómo una “estructura”.

CAUSA 4.  El colapso del pensamiento, de la planificación y de la acción a Largo plazo junto con el debilitamiento de las estructuras sociales donde se inscribían, reducen la historia política y las vidas individuales a una serie de proyectos de corto alcance y de episodios que no se combinan en secuencias compatibles con los conceptos de “desarrollo”, “maduración, “carrera” o “progreso”. Los éxitos pretéritos no incrementan la probabilidad de futuras victorias…. Olvidar por completo y con rapidez la información obsoleta y las costumbres añejas puede ser más importante para el éxito futuro que memorizar jugadas pasadas y construir estrategias basadas en un aprendizaje previo.

CAUSA 5.  La responsabilidad de aclarar las dudas generadas por circunstancias insoportablemente volátiles y siempre cambiantes recae sobre las espaldas de los individuos, de quienes se espera ahora que sean “electores libres” y que soporten las consecuentes de sus elecciones. La virtud que se proclama más útil para servir a los intereses individuales no es la conformidad de las normas (que en cualquier caso, son escasas y a menudo, contradictoria), si no la flexibilidad:  la presteza para cambiar de tácticas y estilos en un santiamén, para abandonar compromisos y lealtades sin arrepentimiento, y para ir en pos de las oportunidades según la disponibilidad del momento, en vez de seguir las propias preferencias consolidadas.

Nada nuevo, pero la lectura de Bauman permite adentrarse en el análisis de las causas de esta incertidumbre a través de una exposición brillante, a veces excitante y a veces aterradora. Gracias a Elena, Rosa y Virgili por despertar la curiosidad que me hizo correr a la librería.  

martes, 11 de marzo de 2008

Del amor, la política y otros demonios

Me gustan los rituales colectivos, y me da relativamente igual el motivo. Lo que me fascina son las dinámicas sociales, vibrando en una misma frecuencia, concentrada en un mismo acontecimiento, ya sea un concierto, una final de la Champions, las doce campanadas de fin de año, el dolor (que a veces se parece más al morbo) ante una catástrofe, el festival de eurovisión (ahora me he pasado!)… unas elecciones generales.

Hoy volvíamos poco a poco a la normalidad, atentos a comentarios y análisis en foros y formatos de lo más diverso.  Resaca de la celebración de unas libertades, de las que no disfrutamos hace tanto como para no atribuirles un carácter aún de cierta excepcionalidad.

Pero más allá de la satisfacción de unos, de la decepción de otros, y del escepticismo de muchos, hay algo que falta, o que a mi me falta. Me falta ilusión.

Me considero alguien sensible (muy sensible) al carisma, al liderazgo; sucumbo fácilmente ante la inteligencia; me emociona ver a personas apasionadas por la vida, entregadas a aquello que hacen (En el País Semanal este domingo, Faith Akin decía “Cuando una persona lucha apasionadamente por una causa, se vuelve sexy. Y la inteligencia también los es, muy, muy sexy”), pero hace mucho tiempo, que no me “enamoro” de un político.

Puedo estar de acuerdo con sus planteamientos, afín a su ideología, satisfecha con su gestión, pero nadie consigue conmoverme. Y creo, que un líder político ha de inspirar pasión. “Necesitamos líderes que transformen a colectivos, que trabajen para el ciudadano” dice Carlos Alemany en un artículo de Cinco Dias este fin de semana. Juan José Planes, en a misma publicación: “El presidente de un gobierno, como el de una compañía, debe ser provocador de ideas, de emociones y de sensaciones, debe ser capaz de impulsar”.

La emoción más punzante estos días, fue el grito de "hijos de puta"! de la hija de Isaías Carrasco. Dolor contenido, y expresión políticamente incorrecta, pero que millones de personas teníamos en el pensamiento.

He actuado con convicción política, con lo que entiendo que son mis responsabilidades, he aplicado mi humilde criterio en la elección, pero ninguna emoción intensa positiva que se comparara (imposible de neutralizar) a la rabia apasionada por el asesinato de Isaías.

Me gustaría,  al ir a votar, me gustaría entregar algo más que un voto, algo más que un voto racional.  Me gustaría ir a las urnas con la ilusión de quien va a una cita amorosa.

Quizás es que me hago mayor.

domingo, 9 de marzo de 2008

Resistencia al cambio hormonal

La entrevista a Rachel Cusk, publicada en El País, me ha hecho pensar hoy en un tema recurrente para las mujeres en edad fértil: La maternidad.

Cómo resolver el conflicto entre la pulsión procreadora (reconozco no haber sentido aún “la llamada de la selva”) y el desarrollo de la fertilidad intelectual; entre la asunción de vivir entregada a la responsabilidad de criar a unos hijos y la necesidad de sentirse dueña de tu propio destino; entre la individualidad y la entrega a los otros.

Admiro a las mujeres madres (no menosprecio la dedicación y los vínculos paternales, pero esta es una mirada subjetivamente femenina) que resuelven ese conflicto o que asumen su maternidad sin resolverlo.

No las admiro (sólo) por su capacidad de gestión, ni sus habilidades logísticas, ni por su extraordinaria fortaleza ante jornadas maratonianas. Las admiro por su valentía ante la posilibilidad de perderse ellas, las admiro por asumir el reto que supone entregarse a alguien o a algo y seguir siendo tú misma y por la generosa renuncia a las necesidades y libertades propias, en beneficio de aquellos que dependen de ti.

En Arlington Park, el último libro de Cusk, que colocaré en mi lista de pendientes “vamos conociendo la intimidad, la frustración, el deseo, el odio  o incluso la locura de varias mujeres, esposas y madres, enfrentadas a su soledad, a la tiranía de la maternidad o a los claroscuros del matrimonio”

Conozco a mujeres aplastadas por responsabilidades que nunca debieron asumir y conozco a espléndidas mujeres madres capaces de desplegar un sin fin de ricas facetas, en las que lejos de renunciar a quien son en esencia, brillan en todas con luz propia.

Espero tener algún día la sabiduría suficiente para saber de qué clase soy…mientras, sexo seguro para preservar la felicidad de mis no-hijos. 

sábado, 8 de marzo de 2008

Un pequeño hallazgo

Nuestras pasiones son la vegetación que cubre la roca desnuda de los hechos


Tratados filosóficos

F. Nietzsche

jueves, 6 de marzo de 2008

Autoritas

Mi nuevo proyecto es Autoritas. Los que seguís a Javier Llinares, ya sabéis de qué se trata, yo no la describiría mejor, o la describiría diferente, hecho que enriquecería el discurso pero que asustaría a aquellos, aún muchos, que entienden la empresa como un entorno cohesionado bajo una misión común, una estrategia definida, unos procesos de operación descritos…etc.

Lo único común en Autoritas es la certeza de que “el mundo está cambiando”, y el compromiso de comprender esos cambios y convertirlos en oportunidades de negocio para nuestros clientes y en experiencias vitales enriquecedoras para las personas (de dentro, de fuera, de cerca, de lejos, del cliente, del equipo, de la red) que nos acompañen.

Perseguimos la excelencia (no tendría sentido ponerse por menos), pero en los nuevos “tiempos líquidos” en que vivimos, las fronteras se diluyen y las formas se difuminan.

Ya no hay fórmulas para el éxito (quizás nunca las hubo), resultados pasados no garantizan resultados futuros, las inercias se acortan, no hay planificación que resista el dinamismo de los mercados, no hay método que asegure el objetivo, "las formas que definen las organizaciones actuales se derriten antes de tener tiempo de consolidarse", las nuevas tecnologías están transformando nuestra forma de consumir, producir, aprender y relacionarnos…. y mi padre (aún en edad productiva) se escandaliza porque abandono un puesto de trabajo al que, según su esquema mental, debería aferrarme y esforzarme por mantener (un beso Tomás, ya sabes que siempre he estado un poco loca)

Para hacer frente a estos tiempos, hace falta algo más que evolucionar, hay que reinventarse. Hay que inventar nuevas formas y hay que traspasar fronteras. Hay que desaprender muchas cosas, soltar lastre. Hay que ir más allá de lo que conocemos, de lo que creemos que somos capaces de hacer y hay que tejer redes que nos permitan caminar juntos hacia nuevos modelos de generación de valor. Yo veo a Autoritas como uno de esos nodos. Conectada con clientes comprometidos con la innovación y la competitividad, Conectada con colaboradores especialistas. Conectada con otras organizaciones complementarias. Conectada con otras redes, otros nodos. Conectada con el futuro.

Esta semana alguien me dijo que los buenos retos son aquellos que te hacen sentir mucha ilusión y un poco de miedo. Sonreí al identificarme.

Seguimos conectados!!

Mariajesus.salido@Autoritas.es

domingo, 2 de marzo de 2008

Cerrando un círculo

A punto de cerrar el piso que me ha acogido en Madrid durante los meses que he estado en esta ciudad. Parece una estupidez, se trataba de un trámite asumido, un paso hacia un nuevo proyecto, una nueva vida, nuevos retos, las mismas ilusiones de siempre, pero ahora, después de recoger uno por uno los pequeños objetos que acompañan la cotidianidad, miro los libros que se quedan aquí, las lámparas tan deliciosamente elegidas (por los que me precedieron en este espacio), las velas, la alfombra de leopardo (a la que ya me había acostumbrado, tras el pasmo inicial), las sillas de metacrilato enfrentadas a la mesa de teca de corte colonial, miro a mi alrededor y siento gratitud y nostalgia y emoción.


Los espacios acaban formando parte de nosotros y yo aquí, me he sentido feliz.

Hoy es un día de cortar lazos (cadenas?) entrego mis “cacharritos de empleado”, entrego la pistola y mi placa, cierro el piso, arrastro una maleta, cierro una puerta, se abren todas.

It's a Free World

Iba al cine preparada para el crudo realismo con el que Ken Loach acostumbra a presentar las historias.
Pero esta vez ha sido especialmente duro, porque la reflexión crítica no se refiere a ejércitos, gobiernos, ideologías u otros entes abstractos con los que, en un ejercicio de autoengaño, puedes dejar de identificarte. Esta vez, lo peor del mundo en el que vivimos, está representado por Angie una treintañera, con un hijo y varios trabajos frustrantes a sus espaldas, que intenta abrirse camino en una sociedad hostil. Su plan, abrir una agencia de trabajo temporal para inmigrantes. Puedes entender, justificar o aborrecer a Angie al final de la película, pero no puedes dejar de pensar que Angie somos todos, “consumidores felices y despreocupados” que promueven (aunque sea por ignorancia), un sistema insostenible, que nos va a explotar en la cara cualquier día.

Angie no es un dictador, ni un magnate tirano, ni un político al frente de una superpotencia imperialista, ni un líder fundamentalista…Angie, podría ser yo. Esto no es walt disney, ya no está tan claro quien son los buenos y los malos (guapos unos, malcarados otros). Angie somos todos, la minoría blanca occidental, tan víctimas del “sistema”, como aquellos a los que explotamos e ignoramos.

Estoy tocada, pero recomiendo el paseo por la conciencia, de la mano de Ken Loach.