…Y desde Cuernavaca hasta estos días ha sido una carrera de fondo sin apenas descansos. Allí, aún en Mexico los días se atropellaron entre capítulos y revisiones de un libro que espero que algún día vea la luz. Los del lugar nos despidieron entre lágrimas y bromas por la irracional forma, a su parecer, de trabajar tanto en un lugar tan lindo. Y una vez aquí la planificación se desbordó y apenas ha dejado tiempo ni para ordenar las fotos. Como anécdota personal (excesivamente?) tardé varias semanas en deshacer al maleta por completo, no sé si por añoranza, dejadez o estrés. En cualquier caso, los ciclos se alternan y estos días de cierto sosiego, me apetecía volver a escribir.
Aterrizar en Frankfut después de dos meses en Mexico, produce un impacto sensorial de lo más desconertante. Todo tan limpio, tan previsible, tan procedimentado, tan aséptico, tan plastificado. De alguna forma así somos todos ya en esta vieja Europa. Alejados de nuestros instintos en beneficio de la paz común; desinfectados de parásitos biológicos pero inmunes a sus nuevas formas (sociales, políticas, culturales); domesticados a golpe de “progreso”, bienestar y una falsa seguridad (estos días nos sobran evidencias) paralizante.
En México –el país de las máscaras-, en cambio, la fragilidad no se enmascara. Desde que llegas te sientes un bebé en una selva. Todo sube de volumen, el amor, el odio, la generosidad, la picaresca, los colores, la música, el sabor de la comida, la pobreza, el lujo, la violencia, la verdad, la mentira, la vida y la muerte.
En México, aún tienes la sensación de que todo es posible, lo mejor y lo peor claro. Es realidad en estado puro, sin matices, salvaje. Un devenir de acontencimientos que te obliga (y cuesta acostumbrarse) a cambiar tu aprendido control sobre el entorno. No hay nada que puedas hacer. Allí las cosas te pasan y tú puedes hacer bien poco por prevenirlas o controlarlas. Solo te queda dejarte llevar, olvidarte de lo que planificaste, disfrutar del nuevo rumbo del día y no bajar nunca la guardia.
Estoy en deuda desde que volví, con Jaione . Fue nuestra Cicerone en tierras mexicanas. Nos ayudó a organizar el viaje y la estancia, y una vez allí nos aconsejó sobre cómo movernos, qué evitar, a quien conocer y como disfrutar. Nos regaló hospitalidad, sabiduría y una red de contactos que ya quisieran muchos diplomáticos. El teléfono de esa mujer vale muchos pesos y sus jugadas magistrales dieron lugar a carambolas que aún resuenan. Es el alma de la plataforma VascosMexico y ejerce de embajadora oficiosa promoviendo proyectos y facilitando relaciones personales y profesionales, que buscan conexiones fructíferas a ambos lados del océano. Queda aquí mi humilde tributo a esta mujer tierra, creadora y emprendedora en la que se da lo mejor de las dos culturas que corren por sus venas.
El año se termina, y como en todas las vidas, hay momentos duros, aprendizajes y alegrías, pero seguramente este viaje ha sido una de las cosas más importantes que me han pasado, de esas experiencias que te colocan un poco más allá de dónde estabas, que te enseñan cosas sobre este mundo y sobre ti misma, que te sacuden el alma y que te hacen más humilde y (espero) mejor persona.
Por si os queréis dar un paseo aquí os dejo algunas migajas
San Miguel de Allende
Querétaro
Ciudad de México
Murales Diego Rivera
Teotihuacán
Cuernavaca
Oaxaca
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lunes, 6 de diciembre de 2010
miércoles, 14 de julio de 2010
Comunidades de San Miguel

Me gusta este momento en el que empiezan a aparecer señales digitales de vida “al otro lado”, señales imaginarias también sobre rutinas conocidas, en este breve momento de coincidencia entre los extremos de días distintos.
Silencio en la casa, tan sólo se oye la fricción con el aire, de un ventilador de aspas de madera que cuelga del techo y al que miro de vez en cuando, con vocación ingeniera, intentando asegurarme de que está bien fijado.
Llevamos casi dos semanas en San Miguel, y por ahora, es aún un lugar por “conquistar” , por comprender, por descubrir. Un lugar extraño, mágico dicen los de aquí, pero creo que el lugar es en realidad (como todos supongo) lo que son las almas que lo pueblan. Y este es algo así como el teatro dónde gente con una visión mágica de la vida, ha venido a representar el drama (quizás el ultimo) de su existencia.
La visión es sesgada porque de momento, hemos interactuado mayoritariamente con americanos (norteamericanos) que vinieron hace tiempo aquí en busca de una vida “auténtica”, o sencillamente a terminar con dignidad la que les tocó vivir.
El caso es que hacía tiempo que no disfrutaba tanto en una tertulia como en la que hace unos días nos introdujo Ruth, la dueña de la casa. Había preparado una cena ligera al aire libre y nos invitó a unirnos a su panda. Gente extraña y "mágica", como San Miguel mismo.
Personas que habían atesorado prestigio, poder, dinero. También tragedias personales, y búsquedas extenuantes de quien eran en realidad. Esclavos de sus “éxitos”, rebeldes de sus destinos, reflexivos y conscientes, de vuelta ya de todo, pero con una energía y una capacidad de sorpresa y emoción, que hace a una cuestionarse si realmente guardan algún venerado secreto.
Al verles desaparecer por el patio bajo los arcos de piedra, ágiles, divertidos, sabios, traviesos, me recordaron la película de Cocoon, aquella de la comunidad de mayores inmortalizados por extraterrestres.
Pasaron por aquí días después (la casa es un lugar de intensa actividad social parece ser) un grupo de mujeres para celebrar el encuentro mensual de Brain Exchange. Una reunión de localización distribuida y que se celebra desde hace años en diverso lugares del mundo, donde las asistentes exponen un problema a resolver y gracias a una rigurosa (cronometrada y taquigrafiada) técnica de Brainstorming, las demás aportan soluciones.
Curioso de ver y vivir, mas que por la técnica y el concepto, por cierto aire de misticismo en aquella escena, en aquella galería interior dónde la luz de media tarde inundaba una exquisita decoración colonial, un grupo de mujeres la mayoria desconocidas entre sí se explicaban sus inquietudes, y esa energia que flota en el aire, y que Ruth nos cuenta que está ahí para nosotros, que no la usamos pero basta con verbalizar algo y darle forma para que “el universo empiece a trabajar para nosotros”.
Sé como suena, me abstengo de valorar, soy lo bastante mayor como para no juzgar y lo suficientemente joven como para renunciar a creer.
De momento, nosotras encontramos nuestra energía en el trabajo diario que nos ha traído aquí (o eso intentamos), y quien sabe si cualquier día, al girar una esquina, descubrimos un manantial de aguas bautismales.
Buenos días!
martes, 6 de julio de 2010
San Miguel de Allende

Me trae aquí, el hecho de pensar, hace unos meses, que necesitaría distancia y aislamiento para concentrarme en un trabajo que me encargaron.
A veces, hay que hacer eso tan difícil (para mi lo es) de dedicarse a una única cosa. Y me pareció el momento de convertir la necesidad en aventura. Y retirarme a escribir.
Siempre he sentido fascinación por México (me cuesta explicar por qué sin caer en los tópicos), así que pensé que me dejaría caer por cualquier lugar del país, evitando en lo posible las dos (antagónicas) de las muchas caras de este país de contrastes: el frenesí turístico de las zonas costeras y la locura de violencia (cada vez más deslocalizada).
Ikuska, con quien comparto proyecto y viaje, movilizó sus redes hasta encontrar una casa tranquila en el centro de esta ciudad colonial, cuna del independentismo mexicano, del que este año precisamente, se cumple el bicentenario. Así que estamos, sin pretenderlo, en el ojo de un huracán (este cultural) de celebraciones y festejos populares, que junto con la ya de por sí intensa oferta de entretenimiento de la ciudad, nos pone difícil lo del retiro disciplinario. Pero nosotras, a lo nuestro ☺
San Miguel se ha convertido en un refugio (y un retiro) para gentes de todas partes el mundo (especialmente norteamericanos y canadienses) que buscan en sus calles empedradas, sus jardines interiores, sus acogedoras casas bajas pintadas de mil tonalidades de ocre, sus cafés, sus bibliotecas, sus numerosas fuentes y su infinidad de iglesias y santuarios; una forma más natural de vivir la vida, lejos de ese “primer” mundo consumista y “consumidor” de almas.
Plaza de escritores, artistas, diseñadores, intelectuales…por San Miguel se respira una mezcla curiosa entre lo local y lo cosmopolita, entre la tradición y la globalidad, entre lo propio y lo importado.
El primer paseo fue de la mano de Ruth, nada más llegar, aturdidas aún de un viaje largo y pesado.
Ruth es la dueña de la casa dónde nos alojamos. Llegó aquí hace algo más de cuatro años, después de viajar durante más de treinta por todo el mundo (ella calcula que ha estado en 51 países distintos). Decidió con cuarenta años que su vida no era la suya y se puso a caminar. Hoy, esta atractiva septuagenaria, regenta el pequeño oasis en el que nos alojamos y es también, a juzgar por la actividad de la casa y la suya propia, la reina indiscutible de la vida social de la comunidad norteamericana de San Miguel.
A modo de balance, de momento lo mejor: la luz, lo peor: los mosquitos. Contra estos últimos he desarrollado una placentera obsesión por aplastarlos a palmadas. (las marcas de mis piernas, explican por qué). Ayer fui capaz de matar a varios mientras hacía yoga, sin perder el equilibrio ni la postura…aaahh el poder de la meditación ☺
Intento fotografiar la luz, pero no consigo captar el impacto que causa a la mirada propia. Los amaneceres son rosas y el día se despide con tonos violetas y azulados. Un espectáculo diario que me encantaría llevarme atrapado, en un soporte menos efímero que la caprichosa memoria.
Seguiré intentándolo.
...Y Seguiré contando.
Y un trago en honor a Frida Kahlo que nació un día como hoy, no muy lejos de aquí.
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