sábado, 7 de abril de 2012

Incahuasi

Incahuasi es una casa formada de varias edificaciones que se organizan de forma irregular alrededor de un patio común, dónde, sobre un suelo salpicado de piedras para evitar el polvo omnipresente, se distribuyen unas mesas de madera y forja protegidas por sombrillas y arbustos.
A mi dormitorio se accede desde el mismo patio. Es una estancia de forma circular. Como toda edificación por aquí, paredes de barro y techo de ramas. Una cama, una mesita, un colgador y una repisa de madera. No se trata de esa sobrevalorada decoración rústica. Esto es sencilla, auténtica y maravillosamente, rural.
Al baño compartido se accede cruzando el patio. Otra de las puertas de salida directa al jardín da paso a un amplio comedor cocina, dónde se intuye el acceso a otras habitaciones, estas pertenecientes al edificio principal.

Sandra se encarga de todo y de todos. Desde cocinar el pan que desayunaremos hasta organizar las excursiones, pasando por toda la intendencia necesaria para atender hasta a 20 huéspedes.

Me tiro en la cama como un saco, hace un día espléndido, he dejado la puerta abierta al patio y contemplo durante un tiempo impreciso, como la brisa suave mece las hojas de los árboles.

Sandra me lleva a cenar al pueblo. Allí me presenta a la gente de “El Peregrino”, en la plaza mayor. Charlamos de cosas banales, los del bar se unen, son una familia. Me dicen que si soy muy floja me compre sprays de oxigeno para hacer algunas excursiones. Yo no soy floja, pero desde que llegué me cuesta respirar. “Es la altura y el polvo”. En SanPedro estamos a 2.500 mt. Y en algunas rutas previstas, llegaremos a los 4.000. Todo es polvo. Está prendido en el aire, se cuela por los poros de la ropa. Arrugas la nariz, y sientes como las fosas nasales hacen creck-creck.

Me despido de Sandra y doy una vuelta por el pueblo hasta bien entrada la noche. Bullicio, gente de todas partes del mundo. El culto al turista mezclado con modestos establecimientos Atacameños (orgullo de raza que te hacen notar desde el primer contacto).

Despierto el primer día en Atacama, el mismo sonido de la BlackBerry de todas las mañanas, pero apenas tomo conciencia, un olor intenso a pan recien hecho y café, me lleva aún medio dormida al comedor. Allí se comparte mesa con gente distinta cada mañana. Vienen a buscarme para la primera excursión, ruta Arqueológica por la Aldea de Tulor, uno de los emplazamientos más antiguos de Chile.
De allí nos vamos al Pukara un mirador al que se sube por un sendero de 4 km, rocoso y arenoso desde donde se divisa una vista espectacular de la Cordillera de la Sal.

Cominos en casa, y por la tarde a bañarnos a la Laguna Cejar. Divertida la experiencia de bañarse en agua extremadamente salada. Una flota como un corcho sobre una poza de unos 15 mt de profundidad. Alrededor, la Nada del Salar de Atacama, y el volcán Licancabur de fondo, presidiéndolo todo.

Cené en el pueblo, Javier (el guía) me había recomendado “Las delicias de Carmen”. Traspaso recomendación a quien caiga por aquí. Me quedé charlando un rato con la chica que me atendió. Está en Atacama porque se enroló en una película que filman en breve. Ella es la encargada de fotografía y making off. Oh, que buena charla. Decidió que para entender bien su proyecto, tenía que pasar unas semanas antes aquí, y mientras, trabaja en “Las delicias de Camen”. Me encantan estos pedacitos de vidas.

De retorno a Incahuasi, me fui directamente a mi habitación. En el patio, se iba formando un grupo cada vez más grande de hombres que pasaban noche allí, reían, gritaban, sonaban alto!. Crucé el patio para ir al lavabo y entonces vieron que estaban prácticamente saltando en mi cama. “te molestamos?”. “no”, mentí. En realidad, estaba tan cansada que esperaba dormirme en 5 minutos, aunque cayeran bombas. “quieres unirte a nosotros?” , “no, muchas gracias”. Qué hacía yo entre 12 amigos desconocidos, pero le agradecí sinceramente el gesto.

De nuevo en mi cuarto, no podía conectarme a Internet, y tenía que enviar un documento esa noche. Volví a salir a ver si alguien conocía la contraseña. No la conocían, pero consiguieron ayudarme. “Siéntate”, vi como me acercaban un cubata, y cómo salían ordenadores, usb’s, módems y toda la artillería para salvar las incompatibilidades de configuración (material chileno) y cumplir misión. Eran un grupo de señores que recorrían el país en moto. Venían de Antofagasta y al día siguiente madrugaban para pasar a Argentina.

Me levanté a despedirles al olor de pan caliente.

2 comentarios:

MarcG dijo...

Los meses pasan, los años se suceden... pero de vez en cuando nos llegan tus crónicas en algún lugar apeado del bullicio del mal llamado "progreso".

Recuerdo tus andaduras por el México profundo en el verano del 2010 (si no estoy equivocado).
Pusiste en mi mapa Cuernavaca y otros más que interesante lugares dónde perderse :)

Ahora le ha tocado el turno al Chile septentrional, Antofagasta, Atacama...

Esta es una zona que ya me interesó en mi viaje de "milero" en el 2003, pero, por falta de tiempo, tuve que prescindir de ella.

Me estás dando más motivos 8aún si cabe) para realizar un viaje adrede.

Gracias.

Odilas dijo...

Tu comentario me recuerda que hace mucho que nos seguimos :)
Pues si puedes, no te pierdas esto. No me ofrezco de guía porque soy muy gafe, pero ya sabes...
Un abrazo y gracias por pasarte por aquí