....O el binomio Consultoria-Dirección de Proyectos:
Independientemente del éxito tecnológico en la implantación de los sistemas y en el cumplimiento de una eficaz Gestión de proyectos, estos no siempre dan el resultado esperado en clave de negocio.
Podemos tener en “verde” todos los semáforos que miden los indicadores desde la perspectiva de gestión de proyectos (tiempos, hitos, costes, calidad, recursos, riesgos…), podemos hacer una implantación sin sobresaltos, y dar por felizmente terminado un proyecto o incluso toda una estrategia IT, y al final, comprobar que el rendimiento en VALOR, el impacto en los ejes de negocio, es escaso en el mejor de los casos.
Podemos tener en “verde” todos los semáforos que miden los indicadores desde la perspectiva de gestión de proyectos (tiempos, hitos, costes, calidad, recursos, riesgos…), podemos hacer una implantación sin sobresaltos, y dar por felizmente terminado un proyecto o incluso toda una estrategia IT, y al final, comprobar que el rendimiento en VALOR, el impacto en los ejes de negocio, es escaso en el mejor de los casos.
La consultoría nos ayuda a conceptualizar, a saber qué necesitamos y para qué, a garantizar que el éxito de las iniciativas que emprendemos, nos conducen a la consecución de nuestros objetivos: Si no sabemos a dónde vamos, no importa lo rápido que corramos.
La dirección de Proyectos, nos asegura el buen desarrollo e implementación de las iniciativas emprendidas para conseguir los objetivos que nos planteamos durante la conceptualización.
La dirección de Proyectos, nos asegura el buen desarrollo e implementación de las iniciativas emprendidas para conseguir los objetivos que nos planteamos durante la conceptualización.
La sabiduría popular sugiere que "hay un momento para pensar, un momento para decidir y un momento para actuar".
Los primeros PIENSAN y los segundos EJECUTAN según unas directrices marcadas por los que les antecedieron en la cadena de valor. La fase intermedia de DECISIÓN suele recaer en la solitaria potestad del cliente (por aquello de que quien paga manda –decide-)
Evidentemente, las fronteras no son tan nítidas, pero en muy raras ocasiones un cliente es acompañado de forma estable y coherente, por un único proveedor, durante todo el ciclo de vida de un proyecto (en el sentido más amplio del concepto) desde la identificación de una necesidad de negocio hasta la implantación de las iniciativas/proyectos diseñados para darle respuesta.
Ayudar a nuestros clientes, pasa por establecer una conversación continua, fluida y constante en el tiempo, entre los consultores de negocio, los directores de proyectos y las personas clave de la organización receptora de los servicios
Evidentemente, las fronteras no son tan nítidas, pero en muy raras ocasiones un cliente es acompañado de forma estable y coherente, por un único proveedor, durante todo el ciclo de vida de un proyecto (en el sentido más amplio del concepto) desde la identificación de una necesidad de negocio hasta la implantación de las iniciativas/proyectos diseñados para darle respuesta.
Ayudar a nuestros clientes, pasa por establecer una conversación continua, fluida y constante en el tiempo, entre los consultores de negocio, los directores de proyectos y las personas clave de la organización receptora de los servicios
"Bailar, Bailar malditos"
1 comentario:
Hi, Dancing Queen !! (este guiño era fácil)
La frase “La fase de decisión suele racaer en la solitaria potestad del cliente” no puede pasar desapercibida y menos después de lo comentado por uno de tus compañeros de viaje (http://www.javierllinares.es/?p=539) respecto a la diferencia conceptual entre los vocablos latinos “Autoritas” y “Potestas” de donde proviene, precisamente, “potestad”.
¿Cuántas veces el problema del fracaso de demasiados proyectos está en que las decisiones se toman desde la potestad, desde el simple ejercicio del poder y del cargo (y sus miedos subyacentes) pero sin la autoridad deseada, sin la sabiduría necesaria, para escoger (siguiendo con el lenguaje antiguo ;-) “el recto camino”?
La ignorancia es peligrosa, siempre presente en sus múltiples máscaras: el miedo, la debilidad, el apego al cargo, la enfermiza desconfianza, la prisa, la sospecha permanente, …
La primera regla de la sabiduría es reconocer las propias ignorancias. La segunda, tal vez, sea saberse acompañar de aquellos que harán nuestra ignorancia menor y mayor nuestra sabiduría (puestos a andar de antiguos, esto último ya lo aconsejaban los jesuitas: “júntate siempre con los que son mejores que tú, que algo pillaras” (*)
Hoy, cuando es imposible que uno solo reúna todos los conocimientos, saberes y virtudes que permiten tomar las mejores decisiones, toda invitación a la atención permanente, a la aportación de valor adicional, a la comunicación y coordinación de las partes implicadas, a la discusión y la conversación, al baile en suma (bonita imagen), debe ser celebrada:
“Yo podría bailar esta silla (sic) dicen que dijo Isadora Duncan”
(*) Por cierto, esta frase jesuítica se la oí decir una ver a Ruíz Gallardón como una de sus máximas de cabecera. ¡Debe ser que la ha olvidado!
Publicar un comentario