Hace días que estoy leyendo el libro “Amor Líquido” de Sygmunt Bauman
En su anterior ensayo “Tiempos Líquidos” Bauman hace un recorrido por las causas que nos han llevado a transitar desde una sociedad sólida –estable, repetitiva- a un “tiempo líquido” –flexible, voluble- y va desplegando un análisis de causa-efecto desde diferentes perspectivas (socio-demográficas, económicas, políticas, culturales)
Con el sugerente título “Amor líquido”, habla de la fragilidad de las relaciones humanas, entre ellas cómo no, el amor. Unas relaciones cada vez más condicionadas por el miedo a los vínculos estables, más allá de las meras conexiones; y valoradas en términos de coste-beneficio, en un mundo donde la “individualización” hace que las relaciones estén sujetas a intereses “económicos” (en el sentido más amplio del concepto) y no a compromisos estables basados en el afecto imperecedero, en el pasado compartido y en el futuro como proyecto común.
Bauman en el prólogo ya nos anuncia: “El habitante de nuestra moderna sociedad líquida, debe amarrar los lazos que prefiera usar como eslabón para ligarse con el resto del mundo humano, basándose exclusivamente en su propio esfuerzo con la ayuda de sus propias habilidades y de su propia persistencia. Suelto, debe conectarse…Sin embargo, ninguna clase de conexión que pueda llenar el vacío dejado por los antiguos vínculos ausentes tiene garantía de duración. De todos modos, esa conexión no debe estar bien anudada, para que sea posible desatarla rápidamente cuando las condiciones cambien…algo que en la modernidad líquida seguramente ocurrirá una u otra vez”
Somos víctimas de nuestros miedos, eso no es una novedad. Pero cuando esos miedos afectan de forma tan determinante a nuestra forma de relacionarnos con los demás, a nuestra capacidad de amar, a la valentía de reconocerlo (íntima y públicamente), al valor que le damos a los vínculos, a la lealtad y al compromiso…cuando la huída hacia delante es tan desesperadamente ciega, estamos dinamitando posiblemente, uno de los pocos refugios que nos quedan al ser humano.
En otro momento del prólogo describe a hombres y mujeres “desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos momentos, es decir, desesperados por relacionarse. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del estar relacionados, y particularmente de estar relacionados para siempre, por no hablar de eternamente, porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar, que pueden limitar la libertad que necesitan –sí, usted lo ha adivinado- para relacionarse…”
Os recomiendo el libro. Ayuda a entender el miedo tanto a las relaciones como a las soledades, en ese pulso al que todos estamos de alguna forma, condenados.
2 comentarios:
He leído tanto Amor Líquido como Tiempos Líquidos, y tengo aún pendiente alguna liquidez más (la de los miedos). Efectivamente es un autor muy interesante. Aunque también creo que tiene un punto algo pesimista, en el sentido de centrar su atención sólo en el aspecto más inquietante de todo lo que está ocurriendo a nivel social.
Me ha gustado descubrir tu blog; lo esploraré con más calma.
Hola Uxío, bienvenido a este espacio. Me alegro que te guste. He paseado por el tuyo y creo que tenemos mucho de que conversar.
Tienes razón con Bauman. Me gustan sus análisis y su forma de tejer la reflexión, pero me deja siempre un poco angustiada.
Un saludo
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