Hay probablemente pocas cosas que garanticen tanto el éxito de un proyecto como el respeto a su verdadera naturaleza. Quiero decir con ello, que los proyectos salen cuando son Verdad.
No!, no todos los proyectos son Verdad.
Hace muchos años un gerente de una compañía tecnológica, que era mi jefe en aquel momento, me dijo “Existe el Hardware, existe el Software y tenemos el Vaporware”, al intentar explicar el surrealismo que estábamos viviendo en un proyecto no-verdadero.
Hay proyectos que responden más a las necesidades de producción de las empresas proveedoras que a las necesidades de las organizaciones cliente donde se implantan.
Hay proyectos, que son simplemente moneda de cambio en una transacción de equilibrio de favores.
Hay proyectos pensados para la promoción personal de alguien a quien le interesa poco el impacto del proyecto en el entorno (él/ella es el entorno)
Hay proyectos que no se necesitan pero que se emprenden por reacción mimética a lo que está haciendo la competencia.
Hay proyectos que nadie entiende, pero el título suena bien, parece que vamos a favor de las tendencias y la partida presupuestaria se defiende sola.
...
Posiblemente, todos los proyectos están cargados de mentiras, pero al menos, mientras duran, deberíamos creérnoslas.
Si no lo hacemos, todos esos proyectos están condenados al fracaso. Lo están porque nadie se ocupó de “la cosa” una vez se puso en marcha. Nadie se preocupó realmente por el producto (en esos contextos, el producto es lo de menos!). Nadie amó la pieza que se estaba construyendo…quizás algún idealista que se coló en el equipo, pero a menudo, son los primeros en ser expulsados por “tocahuevos”.
Nadie se concentró en el proyecto, porque todos estaban pendientes de la facturación, los bonus, la imagen, las relaciones, la promoción, la competencia...el vaporware.
En estos casos las cosas, sencillamente, no pasan. Para “hacer que las cosas pasen”, como dice mi colega Virgili, necesitamos proyectos de verdad. Proyectos pensados en contraste con la realidad. Proyectos viables, comprensibles y útiles. Vale!, Útiles también en sus efectos colaterales (en sus mentiras), pero útiles sobretodo en sus verdades. Útiles para resolver los problemas a los que podrían responder y útiles para las personas usuarias o beneficiarias de los mismos.
Elevo la mirada para decir que este país no puede permitirse muchas más mentiras. Y esa responsabilidad es de todos, estemos dónde estemos y hagamos lo que hagamos. Así que supongo que nos queda dar crédito a los idealistas, plantarle cara al cinismo y buscar la verdad “out there”
martes, 16 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)