Mi padre era Artesano. Bueno aún lo es porque aunque no ejerce ya una actividad profesional, la virtud le sigue acompañando en una madurez difícil pero serena.
Era mecánico tornero, y parece ser que de los mejores. Amaba lo que hacía.
Desde niño le apasionaban las formas que podía adoptar el metal. Su madre, siempre cuenta que se pasaba la vida remendando sus bolsillos que se rompían cada dos por tres, debido a que mi padre iba recogiendo por la calle tornillos, tuercas y demás golosinas, para desesperación de mi abuela.
Trabajó en la industria de forma eficiente y terminó de jefe de taller respetado y admirado por el personal, los proveedores y los clientes, pero frustrado por unas condiciones que le impedían hacer las cosas, todo lo bien hechas que merecían aquellas piezas que él trataba como si tuvieran vida.
Este verano he leído “El Artesano”, que se ha convertido en material de referencia y debate entre la comunidad de colegas cercanos. En él Sennet sostiene cosas así “Para el defensor de la calidad absoluta que hay en todo artesano, cada imperfección es un fracaso”.
Finalmente mi padre se armó de valor, dejó la industria, compró algunos tornos, fresas, taladros y otros cacharros para las segundas operaciones y montó un pequeño taller. Era conocido y reconocio en el sector(tenía una buena red), era un profesional de élite (quizás en un sentido distinto al que asociamos con facilidad esta palabra), y un sentido de la responsabilidad incorruptible. Le venían a buscar a su pequeña trinchera, ofreciendole trabajos mucho mas rentables pero el se quedó, y a pesar de que el negocio nunca fue un éxito, él era feliz.
Lo explica, volviendo a una referencia de Sennet, C.Wright Mills, sociólogo de mediados del s.XX: “El trabajador con sentido artesanal se compromete con el trabajo por el trabajo mismo; las satisfacciones derivadas del trabajo constituyen su recompensa; en su mente, los detalles del trabajo cotidiano se conectan con el producto final; …el trabajo se relaciona con la libertad para experimentar; por último, en el trabajo artesanal, familia, comunidad y política se miden en función de patrones de satisfacción interior, de coherencia y de experimentación”.
Convertimos nuestras habilidades (en el mejor de los casos) en una forma de ganarnos la vida, pero aunque sea atrevido y casi frívolo diré que la vida no te la ganas, la vives. Y si la vives con coherencia, disfrutando de lo que haces, encontrando aquello que te produce una extraña “satisfacción interior”, la vida está ganada.
Espero no dejarme a ninguno de los compañeros que están estos días hablando sobre la Consultoría Artesana. Aquí tenéis algunos hilos de los que estirar por si os interesa la reflexión:
Declaración Artesana
Soledad Artesana...dichosa soledad
Declaración de Consultoría Artesana
Aprender a aprender, aprender a ser, aprender a compartir
Consultoria Artesana, una Comunidad de Práctica
y a pesar de "Difícil que es la reflexión colectiva", estos y muchos otros, vamos avanzando en este debate milenario sobre el ser y el hacer.
martes, 15 de septiembre de 2009
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